No los ven. Puede que los miren, incluso a los ojos, pero no los ven. Son profundamente invisibles para su sensibilidad tapizada de pesos.

He ido cientos de veces al interior de la Provincia de Salta y he visitado centenares de comunidades decenas de criollos y cada vez que regreso por la RN 34 hacia el sur, una enorme impotencia me embarga. El otro día un compañero me decía que era muy noble lo que algunos como yo hacíamos, pero no alcanzaba. Que era minúsculo y tiene razón.

 

Pero ¿qué tengo que hacer, bajar los brazos y quedarme a escribir cómo toda reacción? ¿Un tweet contra el hambre? ¿Qué hagamos una cadena y difundamos un meme o una foto con un pequeño moribundo? No es lo mío. Lo mío es la ejecución. Y vuelvo a salir con el mismo entusiasmo.

 

Y llegás a tu casa, lo conversas con tu pareja, te entusiasmas con ese pequeño inicio que se logró, esa minucia, esa nueva de actitud que vos querés que sea el inicio de la transformación, el comienzo de “esa” transformación.

 

La ilusión dura un rato, hasta el próximo viaje donde ves, porque los que son como yo si miramos y vemos, que el abandono sigue allí presente.

 

Hablas con los responsables y muy serios te muestran planillas donde aparecen números que indican cuántos “asistiendo”, “módulos”, “Tinacos” (esta es una nueva unidad de medida por el tema del agua), viajes sanitarios y un montón de cifras que lo único que revelan es que no tienen la menor idea de lo que tienen que hacer. Pero cuando digo la menor idea me quedo corto. Porque esa misma planilla de asistencias, módulos y Tinacos la podemos encontrar el año pasado y 10 años atrás, la misma, con otra letra de otro funcionario que tampoco tuvo idea.

 

No los ven. Al pobre no lo ven. Ni en el campo étnico ni en el terreno social/urbano o social/rural. 

 

No podés entender lo que no ves. Las retinas de estos dirigentes son insensibles al dolor ajeno. Y entonces abandonan al “otro” una vez que se suben a su 4x4 y le gritan al chofer, “sácame de aquí, que calor de mierda” y la señora queda bajo ese polvo infinitamente pequeño, inconfundiblemente chaqueño, que levanta la camioneta, con una guagua en brazos y otros tres colgados de una pollera gastada hasta el piso, todos en pata, un botellón de agua, un bolsón de comida que tendrán que hervir en agua que no tienen y que entonces buscarán del madrejón donde cagan y mean los pocos animales escuálidos que dan vueltas por el lugar, bajo ese calor de mierda con el que el “otro” convive. Se van en su 4x4 pero dejan el hambre, sin llevarse recuerdos en sus memorias. No podés recordar los que no viste.

 

Yo si tengo memoria y todos estos gobernantes y ministros y secretarios no han cambiado nada esta realidad. NADA. Los vi pasar prometiendo. 

 

Esto es lo que tenemos que transformar. Tenemos que retirar a los que solo ven beneficios para sus bolsillos, por quienes ven al otro como el gran desafío de esta sociedad abandonada.

 

Actuemos. Yo le pido que pongamos a gobernar a los que actúan hoy y saquemos de una buena vez a los que abandonan al pueblo hasta el hambre. 

 

Por una vez probemos con los que si vemos al otro.

 

Unidad Popular. UNIDAD POPULAR

 

Un partido, una lista, un compromiso.

 

Sin roscas.