Mirar los manifestantes ingresando al Planalto en Brasilia, emulando a sus homólogos estadounidenses del 6 de enero del 2021, tiene que ponernos a reflexionar con más urgencia sobre los desafíos del presente.

 

Ya recibimos los mensajes en las redes con la secuencia de atentados, golpes de estado, encarcelamientos o proscripciones que se han desarrollado en la región a lo largo de los últimos años. Es para asustar a cualquiera.

 

Yo recuerdo al Embajador estadounidense de Trump, Edward Prado, decir que venía a la Argentina a “fortalecer” a la justicia argentina. Eran tiempos de Macri y a nadie se le movió un pelo, es más, algunos le pusieron alfombras rojas para que ayudara a fortalecer estos procedimientos, estas interpretaciones de la justicia. Cosa que en definitiva termina reduciéndose a definir quiénes son culpables y quiénes no. Cuándo son sujetos de derecho y cuándo no.

 

También podemos recordar al nuevo embajador, Marc Stanley, pidiéndole a la dirigencia nacional que organicen un frente electoral, a lo que solo un puñado de políticos reaccionaron ofendidos, aunque la Cancillería lo consideró una expresión sin importancia, sin pedirle la no injerencia en nuestros asuntos.

 

En definitiva, el viejo Braden sigue presente en el Departamento de Estado de los EEUU y esa Doctrina Monroe de “América para los americanos”, que tan bien supieron mutar en “América para los norteamericanos”, es más fuerte que nunca.

 

Volviendo al Planalto, muchas cosas dependerán ahora de la reacción de Lula. Me animo a decir que todo su Gobierno naciente obedecerá a la precisión y severidad con que actúe. Quienes financiaron el desplazamiento de cientos de manifestantes deberían estar al alcance de la policía, pero también lo debería estar el financiamiento del atentado contra Cristina o el viaje de los funcionarios a Lago Escondido, esa propiedad comprada mediante una excepción a la Ley de Tierras y cuyo propietario acaba de recibir un regalo de 60 o 70 mil millones de pesos por parte de este Gobierno argentino. El camino del dinero se hace confuso por estas pampas.

 

Lo mezclo, porque no me olvido de la prisión de Lula sin argumentos, por un Juez que fue premiado como Ministro de Bolsonaro, el beneficiado de la prisión de Lula. Tampoco me olvido de los presos políticos sin sentencia firme en la Argentina “Nacional y Popular” de Alberto Fernández, que en tres años no pudo hacer nada, pero nada.

 

Lo entrevero porque la Justicia (la In-justicia) de Iberoamérica ha sido forjada por el Departamento de Estado, hay fotos suficientes que lo anticipan, explican y denuncian. Ha sido controlada por la debilidad de ciertos funcionarios a las extorsiones, las amenazas y los “fake” de todo tipo. Aquí y allá y más allá. Ha sido incentivada por sobres que asoman en las conversaciones de los “chats”, ilegales en su obtención pero veraces en su contenido, que en definitiva es lo que me importa.

 

También ha sido protegida por una red de cobertura mediática que incluye monopolios y oligopolios permitidos por gobiernos timoratos.

 

Los manifestantes del Planalto no son causa de nada. Son consecuencia de una democracia que desde hace rato muestra debilidades profundas en la defensa de sus valores principales, como son el respeto de la libertad y del Estado de Derecho. La Democracia es un sistema, un instrumento para la gestión de las opciones, pero estas opciones deben incorporarse a un marco conceptual. La Democracia a diferencia del sistema métrico, incluye un marco moral; qué está bien y que no lo está y no puede haber muchas dudas, la interrupción del Estado de Derecho y la Libertad están mal.

 

Cientos de brasileros en el Planalto son una consecuencia y las Justicias Regionales pasan a ser las causas y “estas Justicias” han pasado a ser profundamente antidemocráticas y, por lo tanto, están mal.

 

El Régimen Republicano de Gobierno cruje con estas derechas inescrupulosas y la solución solo es política. Cruje la democracia, cruje la Nación y cuando cruja el Pueblo el recuerdo de Argentina en el 2001 será un poroto, porque el pueblo argentino aguanta, pero cuando lucha, lucha en serio.

 

Nos queda poco tiempo para la reacción.