Discusiones en oficinas cerradas, pasillos que esconden susurros, misivas subrepticias, respuestas intempestivas, silencios apabullantes, compases de espera, reclamos justificados, reclamos injustificados, la política argentina se ha llenado de gestos en los últimos meses. Y con los movimientos ambiguos viene la zozobra.

Desde afuera la oposición observa con sorna como parece que el gobierno se tritura hacia adentro, se endo-tritura. Un trago en la mano, jugando a los naipes, asado a las brasas si están en el campo, la OPO se regocija creyendo en cierto fin tantas veces demandado al cielo.

 

Dialéctica de mensajes que a veces parecen terminales por lo terminantes, pero terminan no terminando la relación. Marcan siempre la reconciliación necesaria, aunque sin entregar nada de los argumentos.

 

En vez del clásico “no sos vos, ¡soy yo!”, estamos ante un “no sos vos, ¡sos vos!”.

 

Las discusiones son de formas frente a un fondo raro. Porque es cierto que la dinámica de lo innecesario, el acuerdo con el FMI y sus votos calculados, nos entrega caras adustas y hasta atentados programados, lo cierto es que sobre aquel escenario de tormentas las cosas se arman de manera diferente.

 

Según las propias palabras de los productores, hace décadas que no ganaban tanto. La industria se encuentra ampliando mes a mes la capacidad ocupada de sus instalaciones. La obra pública se ejecuta en serio y las rutas se construyen, los trenes se recuperan y cosa rara, en medio de tanta cacofonía reciente, Aerolíneas Argentinas dio ganancias en no sé cuánto tiempo y no hay lote, en Salta al menos, que no se encuentre en construcción.

 

Argentina tiene esas cosas. Durante el macrismo cambiemita, el gobierno no tenía conflictos aparentes. Todos estaban controlados, tal vez por el sistema de espionaje montado desde la Rosada y los temores a los carpetazos que hubieran hecho tambalear a más de uno. El radicalismo se llamó a silencio 4 años, pidiendo un espacio que nunca le entregaron y la Coalición Cívica, fuera de su vocera oficial, Lilita, mantuvieron en armonía el esquema, pero la economía se derrumbó de la peor manera. El camino emprendido entonces fue tan malo que todavía lo estamos pagando.

 

Ahora la economía comienza a funcionar, a pesar de la inflación galopante, en parte coincidente con pandemia amarilla, pandemia COVID-19 y guerra. (No podés estar más meado) y el cuadro antes descripto nos indica que en cuanto a crecimiento estamos en el buen camino. Falta trabajar la distribución de esta riqueza para armonizar la sociedad según promesas.

 

Ahora sí, la gestión política parece un scrum de rugby. Cada uno agacha la cabeza y pecha, en un partido que no le interesa a nadie salvo a los actores. Porque si bien el pueblo apaleado por la realidad quiere jugar en la cancha del crecimiento económico, con FMI o sin FMI, los otros, los del trago, el asado y los naipes están en otro partido.

Ellos quieren jugar al bridge y que el resto pase hambre no les preocupa. Ya lo están diciendo, después a no llorar.

 

Después ...

vendrá el olvido o no vendrá

y mentiré para reír

y mentiré para llorar. Homero Manzi