Para algunos el 24 de marzo,  es un feriado o un día más en el calendario. Sin embargo es mucho más que eso. Es el DÍA DE LA MEMORIA, para aquellos que sufrieron los desgarradores momentos de nuestra historia nacional, donde la persecución y muerte era la moneda corriente, y a la vista. Quizás para aquellos que eran niños en ese tiempo, o aún no habían nacido, en tiempo de la recuperada democracia, allá por 1983, tal vez ahora, por La Verdad, Memoria y Justicia, puedan entender lo que fue y significó  esos años de oscurantismo sedicioso, de la mano del propio Estado que, con una filosofía de exterminio de todos aquellos que no pensaran como los “mandamás” de turno.

No es bueno que queramos olvidar parte de nuestro pasado, por más oscuro que resultase. Porque el haber recuperado la democracias, a partir de 1983, fue el grito sagrado que surgía desde las entrañas mismas de nuestra tierra Argentina regada con la sangre de tantos hombres y mujeres que lucharon por la libertad y un país más justo y equitativo para todos.

 

Al recuperar la democracia, los argentinos supimos valorar lo que es vivir con y por ella; aún con todas las dificultades que pasamos para preservarla y fortalecerla y consolidarla. Comprendimos, así, que desde el 24 de Marzo de 1976 hasta 1983, vivimos unos de los períodos más oscuros en lo institucional, social, cultural y económica de toda la historia argentina.

 

El trabajador, una clase social ascendente - de la mano de un Movimiento Obrero Organizado- y los estudiantes, fueron los blancos preferidos de la dictadura militar, instalada en los poderes del Estado. Y esos inmorales usurpadores de las estructuras del Estado argentino, quisieron adueñarse del país, respondiendo a intereses dominante de adentro y  fuera del país; para lo cual debían erradicar la  fuerza de un pueblo de sólidas convicciones políticas y que además, estaba convencido de ser el eje del desarrollo productivo y crecimiento social con presente  y futuro en la nueva Argentina.

 

Debemos decir que el golpe del ’76, fue la culminación de un movimiento enmascarado, de los que se creían iluminados y elegidos para conducir los destinos de un país y someterlos a los intereses contrarios a los argentinos. De ahí esa sistematizada acción de eliminación de todo aquello que tuviera olor o pensamiento de libertad.

 

Así fue que miles de obreros y estudiantes, fueron desapareciendo, días tras días, por la excusa de ser “enemigos del Estado”. Muchos de nuestros familiares, amigos, vecinos… fueron secuestrados, torturados y luego matados, por el sólo hecho de ser diferentes.

 

Hoy, a 46 años de aquel 24 de marzo de 1976, nos queda el sabor amargo de no haber resuelto, aún, nuestra historia de desencuentros entre los argentinos. Aún tenemos la deuda histórica de armarnos de tolerancia y razonabilidad, para fortalecernos en los valores de las instituciones y libertades que nos da la democracia. El regodearnos en nuestro pasado doloroso… el llorar eternamente nuestros muertos, descuidándonos de los vivos, no es una buena forma para construirnos un futuro mejor; para nosotros y las futuras generaciones.

 

Hay muchos que hoy se constituyen en campeones de las libertades democráticas, cuando en el pasado no fueron más que hacedores y partícipes, ya sea por acción como por omisión, de los horrores de la dictadura militar. Si nos los juzga la justicia, lo hará la historia; y seguro se quemarán en el sabor amargo del remordimiento de  su conciencia. Aunque muchos dirán que ellos no la tienen. Pero la vida siempre se tomó su revancha.

 

La justicia tiene su deber histórico y patriótico de no dejar impune los crímenes de lesa humanidad que cometieron los que, en ese tiempo, tomando las instituciones de la República por asalto, quisieron hacer de nuestro territorio un campo de concentración y exterminio.

 

Yo aún lloro a mis amigos y compañeros muertos o desaparecidos. Pero quiero que mis hijos, que nuestros jóvenes que no vivieron esa época- y que sólo saben lo que les cuentan sus mayores- reflexionen sincera y seriamente sobre lo que significó ese 24 de marzo de 1976. Que aprendan de nuestros errores; de nuestros desencuentros, para construir una Argentina grande, con justicia social para todos sus habitantes; y sin discriminación alguna.

 

Quiero que nuestros jóvenes y niños, no miren el pasado con miedo o desconfianza…, sino que lo miren con la objetividad de la lejanía, en el tiempo y el espacio,  para saber hacia dónde deben apuntar sus esfuerzos, pensando en el futuro.

 

Tampoco quiero que se “bastardee” la memoria de los mártires que dieron su vida para que hoy vivamos una Argentina en democracia. No quiero que las cenizas de tantos muertos por el ideal de un nuevo país, hoy sean la moneda de cambio de aquellos que quieren seguir medrando con la miseria y el dolor de nuestro pueblo marginado.

 

Lucho, Tano, Tania, como tantos otros amigos y compañeros, seguirán siempre presentes y vivos en mi memoria. Y espero que los que aún seguimos con vida, sepamos honrarlos como ellos vivieron y murieron, trabajando, convencidos de lo que querían en sus  ideales y convicciones para construir una Patria Grande, justa y solidaria.

 

Por todos ellos, SALUD!!! MÁRTIRES DE NUESTRA LIBERTAD y DEMOCRACIA.