Necesitamos renunciamientos a algunos privilegios

Sin dudas que estamos viviendo una crisis, no sé si terminal, pero al menos si en extremo difícil. Crisis que no solo tiene que ver con lo económico, sino que tiene que ver más con los actos corrupción, que lastima a todo el cuerpo social de nuestra patria.

 

Veamos…Nosotros, como provincia, estamos en el podio a nivel nacional, en cuanto a la pobreza y la marginalidad y muertes por desnutrición. Pero parece que nada nos conmueve ya. Tenemos adormecida nuestra conciencia y solo tenemos palabras de falsa conmiseración hacia ese hermano que, vive en la miseria, desde el principio de nuestra historia como país libre. Tantos pobres, tantas muertes por desnutrición, ya se hizo cayo en el conjunto de una sociedad que se auto anestesia para no sufrir lo que sufren en carne propia esos hermanos. Y no hace falta  ir al Chaco salteño para toparnos con la realidad de los niños wichis muertos por desnutrición; a cuadras de la Plaza 9 de Julio, esa triste realidad golpea nuestra cara que, por lo que se nota ya se ha vuelto de piedra porque nada ya nos conmueve.

 

Esa realidad, es la consecuencia de algo mucho más profundo. Es consecuencia de la falta de sensibilidad humana, de honestidad personal, social y política. Y queremos tapar los efectos de esa marginalidad, pero es toda una farsa para esconder la opulencia desmedida de los que gozan de los privilegios o favores de los que ostenta el poder en nuestra provincia.

 

Es muy fácil repartir migajas o lo que sobra de los grandes festines de los que recogen el dinero a palada, a costa de la privación de los derechos de esos marginales que “piden pan, para alimentar a sus hijos, y les damos un hueso para que mastiquen en solitario o  lo hagan hervir hasta el cansancio para  hacerse de un caldo para comer”.

 

Creo que, ya no hay lugar para la hipocresía. Es hora de que, por sí o por otros, se comience a reparar el daño histórico que les infligimos a esas comunidades y marginales de nuestro suelo salteño. Y para ello, primero tenemos que dejar de burlarnos de los pobres, con promesas que nunca se cumplen. Extirpar de los gobiernos, los zánganos crónicos que cobran altos sueldos a cambio de nada. Ñoquis crónicos que, todavía tienen el tupé de renegar o putear a esos “indios” que claman por sus derechos, ya que no solamente le quitaron el pan para sus hijos, sino que pisotearon su dignidad como personas.

 

No es malo ser pobres... malo es no poder mostrar su dignidad como personas. Y por eso digo que es hora que algunos comiencen a renunciar a sus privilegios, y dejen lugar a la gobernanza con ética y honestidad. Y aquellos que sigan el camino de la corrupción, de una vez por todas deben ser castigados devolviendo, primero lo se apropiaron en forma non santa, y caerles con todo el peso de la justicia que espero (vaya mi utopía entonces)  recuperen un poco de dignidad y actúen como dictan las leyes.

 

Aquellos que están sentados en el trono de la corrupción y el facilismo, deberían pensar que pronto le llegará el momento de rendir cuentas de sus actos, y pagar por ello.

 

Además, aquellos que administran la cosa pública, deben pensar  que “… a cada chancho le llega su San Martín”, como dice el dicho.  Hay que achica el gasto de la “politiquería”, y volcar mejor los recursos en aquellos temas con que nos llenamos la boca pero que se queda solo en eso. En palabras vacías y sin respuesta a las necesidades reales de la gente.

 

 La crisis moral nos está haciendo tocar fondo. ¿Hasta cuándo?