La política es tierra de sapos. Esto es un hecho. Lo queramos o no, cada tanto, y últimamente muy seguido, nos sirven un plato muy engalanado, con música empalagosa, banderas flameando al viento, pantallas gigantes emitiendo proclamas impactantes, familias filmadas agradeciendo lo que hicieron o lo que dicen que van a hacer.

La gente se amontona más o menos, se aprietan unos con otro en un acto de camaradería y se prepara a “morfarse” el sapo. Así nomás, “de parado”, inmediatamente. Sin edulcorante. Resignadamente.

 

Se ensayan todo tipo de explicaciones. Que hay que enfrentarse a los malos que son los peores que puedan existir. Que es el elegido por él o ella. Que es el rechazado por él o ella. Es la solución racional. Es lo que necesitamos para cambiar o para continuar. Es la mirada nueva. Es el genuino. Representa la tradición o lo novedoso.

 

Cada mesa de café trata de vestir sus sapos con las mejores prendas. Los peinan distintos o los despeinan, según convenga para el circo propuesto. Los empapelan con antecedentes excelentes. Los perfuman con flores de futuro rosa o verde esperanza. Les modulan la voz como a los tres tenores, les entrenan los gestos y los adelgazan.

 

Pero en las casas la situación es menos “careta”. La familia los conoce. Desde hace tiempo que los junan y saben que son sapos y allí nadie los viste de nada. De entrecasa la cosa se pone brava, porque un sapo es un sapo y cómo se hace para comerse un sapo. Y allí aparecen las razones, no tanto las emociones, aunque también. Nos miramos desconsolados. Se hace un silencio que se corta en el aire.

 

La primera es casi la mejor, la relativista. “Son solo las PASO, después vemos”. ¿Después vemos que? No son las doce de la noche al revés, los sapos no se van a convertir en príncipes ni los zapallos en carroza. Un sapo será un sapo.

 

La explicación siguiente es la más frecuente, la resultadista, “Hay que ganar cueste lo que cueste”. ¿Cueste lo que cueste? Bueno, cada uno tiene sus explicaciones más o menos laberínticas para justificar esta afirmación bilardista.

 

Pero en muchas casas se está dando la tercer alternativa, la resignada. “E’ lo que hay”. Esta no necesita explicación y no se la pide, porque se auto define. Es una definición “autoperforante” como esos tornillos raros. Es una explicación imparable.

 

Ahora bien, si en el nivel nacional la pelea es por los sapos, tenemos que reconocer que a nivel de la provincia de Salta las especies locales tienen las de ganar. Acá no nos estamos comiendo sapos. Acá son Rococos. 

 

¿y qué quieren que les diga, buen provecho? ¡¡¡Naaaa!!!

 

Hasta la próxima.