Es un lugar común entre la militancia repetir que existe una diferencia fundamental entre el Movimiento Justicialista y el Partido Justicialista. Entre el instrumento político y el instrumento electoral. Entre la Comunidad Organizada que utiliza cierto instrumento, y el propio instrumento

En una columna anterior, titulada “El tercer senador y los audios que sacuden a Salta”, planteaba tres preguntas que quedaron flotando en el aire: ¿Afectarían las acusaciones de corrupción al gobierno nacional? ¿Provocarían una fuga de votos libertarios? ¿Y qué impacto tendría la decisiva elección bonaerense del 7 de septiembre?

Las elecciones 2025 marcan el fin de la política de identidades cerradas y el comienzo de una política de percepciones, emociones y microgestion territorial. La ciudadanía ya no vota por “historia”, sino por expectativas inmediatas y símbolos de eficacia.

El Gobierno insiste con una segunda reforma laboral. Detrás del discurso de la “modernización” se oculta una avanzada regresiva que pretende debilitar la negociación colectiva, fragmentar la organización sindical y trasladar los riesgos empresarios al trabajador. Los ejes son claros: convenios por empresa, salarios “dinámicos”, eliminación de la contribución solidaria sindical y la instauración del llamado “banco de horas” entre otros aun no claros, pero imaginables. Cada una de estas medidas tiene un denominador común: la pérdida de poder colectivo.

El tipo se plantó de espaldas al Congreso y despotricó contra la casta que estaba adentro.  3 días después devaluó 118% y nosotros, todos nosotros, que no podemos aumentarnos los sueldos, empezamos a cobrar la mitad. Así simplemente.

Leyendo el Código Electoral Nacional (ley 19.945), he advertido que la ley que lo modifica para establecer la Boleta Única de Papel (Ley 27781), tiene -a mi modo de ver- un grave error que permitiría el fraude electoral en pequeña escala.

Pese a las certezas establecidas como dogma, ningún denunciante aportó datos concretos sobre la mentada industria y ningún juez laboral protagonizó algún escándalo por presunta corrupción.

Una foto. Parque San Martín de la ciudad de Mendoza, pleno sol. En ella Luis Rosales, el comunicador político de entonces, Javier Milei y José Luis Espert aparecen sonrientes, casi abrazados.

Se nota mucho. Cuando dice que no quiere “jugar el juego de Grabois” confiesa tácitamente, que tiene algo sucio.

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