Las mesas de los argentinos se ven impactadas por el descontrol escandaloso de los precios de los alimentos.

 

La pobreza crece de la mano de los aumentos salvajes de los servicios públicos, de las obras sociales, de los alquileres, de los colegios privados, del transporte, entre otros, empujando a nuestra clase media a la más profunda pobreza.

 

El desempleo aumentó y aumentará aún más, con la decisión de reducir al mínimo las transferencias a las provincias para obras públicas. Los despidos ya se están produciendo en Salta. Las alarmas suenan en las casas.

 

Nuestros hijos peligran en su enseñanza al no transferir el incentivo docente y no convalidar ninguna paritaria, condenando a los docentes a la mera subsistencia. Junto a esto, desaparece el aroma a mate cocido con bollos en las escuelas, suplemento indispensable entre las familias desplazadas.

 

Los enfermos y nuestros mayores sufren la falta de insumos en los hospitales públicos y el encarecimiento de los remedios. Pacientes oncológicos comienzan a morir sin medicación. Las lágrimas recorren los rostros de los videos de madres desesperadas.

 

La inestabilidad de los empleados estatales agrega miedo a las familias. El miedo se huele de tan fuerte. Se atacan a las universidades nacionales, a los empleados públicos de todos lados, al CONICET y múltiples institutos de investigación, así como a las empresas públicas amenazadas de su privatización sin ninguna justificación valedera.

 

La arbitrariedad caprichosa de un gobierno inestable emocionalmente, se grafica con la amenaza de eliminar los Fideicomisos creados para atender necesidades puntuales, que en su mayoría están en las provincias, acusándolos de corrupción SIN MOSTRAR NINGUNA PRUEBA, usando como argumento suposiciones y no encarando una investigación que castigue a los corruptos si los hubiera. Si hay corrupción pues no la tape, descúbrala. Esta columna no avala corruptos de ninguna especie ni ninguna vertiente.

 

Las PyMEs y comerciantes comienzan a sentir el impacto de la recesión provocada por las medidas de Javier Milei y Luis Caputo. Las ventas minoristas cayeron más del 40% en estos primeros 60 días de DES-gobierno. La prometida apertura de importaciones cerrará empresas. Como a fines del gobierno de Macri, los locales comerciales comenzarán a cerrar sus puertas ante alquileres desbocados.

 

Todo esto, y hay mucho más, muestra a las claras que el equipo Milei-Macri está decidido a imponer medidas antipopulares y antinacionales de gran escala, DE LAS CUALES NO SE REGRESARA FACILMENTE Y SIN DOLOR. “Motosierra y licuadora” grafica el romper, romper y romper de sus políticas.

 

El compromiso desquiciado de Javier Milei es con el sistema financiero internacional, grupo de poder que sesionará en una reunión cumbre en pocas semanas en Buenos Aires, que se enriquece a costa de la pobreza de los pueblos del mundo. Todas estas medidas tienen nombres y apellidos de los mayores empresarios nacionales e internacionales que comienzan a afilarse los colmillos para quedarse con los bienes naturales, las industrias públicas y el trabajo de los argentinos.

 

Yo no tengo dudas de que el Gobierno de Mauricio Macri fue el peor gobierno desde la vuelta a la democracia, incluso comparado con el de Alberto Fernández que tuvo que sobrellevar un par de problemas extraordinarios. No pensé que existiera manera de gestionar peor un país, hasta que llegó Javier Milei y comenzó. Esto es una tragedia.

 

La sociedad, el pueblo, se siente en caída libre y se aferra a la ridícula esperanza del rebote. Antes fue la luz al final del túnel, hay que pasar el invierno o el famoso blindaje.

Tal vez sea el momento de aprender a volar colectivamente, el individualismo libertario nos trajo hasta acá, y no me gusta.