La Luna es nuestro satélite natural y gran parte de los ciclos biológicos y físicos están dominados por ella. Se conoce por una gran cantidad de misiones espaciales, entre otras la china, que posicionó un robot en su cara oscura y hasta hizo ­germinar una semilla!

Es por ahora el único cuerpo espacial extraterrestre donde pisó el hombre. Al resto del sistema solar llegó con sondas u otros artefactos, especialmente a Marte cuya geología (o marteología), se comienza a conocer aceleradamente.

 

Lástima la muerte del robot Opportunity a fines de 2018. Las rocas que se trajeron de la Luna ayudaron a comprender su origen. Hoy se sabe que la Luna es el desprendimiento temprano de un pedazo de nuestro planeta a raíz del impacto con Theia, un asteroide de gran tamaño: es la costilla de Adán del planeta Tierra.

 

La Luna no tiene atmósfera y su temperatura varía desde más 130´ C durante el día a menos 170´ C durante la noche. Una amplitud térmica de 300 grados. En un ambiente riguroso como la Puna, la amplitud térmica no pasa de 60 grados.

 

Cráteres, polvo y frío

La superficie lunar está intensamente craterizada por miles de millones de años de bombardeo meteorítico. La ausencia de atmósfera impide que se borren los rasgos morfológicos. Está cubierta por un suelo lunar llamado regolito, de color grisáceo y olor penetrante, que alcanza a varios metros de espesor. La huella humana de la bota de los astronautas da una idea de la naturaleza de ese regolito cenizo. Dicho polvo lunar proviene de los impactos de meteoritos en la superficie y está cargado de helio-3 generado por el viento solar y la falta de una magnetósfera lunar. Se calcula que hay un millón de toneladas disponibles de helio-3 que podrían ser un futuro combustible para la humanidad.

 

La Luna es un cuerpo celeste muerto, con una corteza fría, sin atmósfera ni actividad dinámica. Jorge Chagra, un compositor jujeño radicado en Salta, escribió una canción famosa, el "Sapo cancionero", que tuvo sublimes interpretaciones, entre ellas por los Chalchaleros. Hay allí una hermosa metáfora que de alguna manera refleja ese estado de la Luna cuando dice: "No sabes, acaso, que la luna es fría/ porque dio su sangre para las estrellas".

 

Un "planeta doble"

La Tierra y la Luna registran una historia común, ya que ambas nacieron de la nébula solar más de 4.500 millones de años atrás. Se los considera un "planeta doble", ya que de los 173 satélites del Sistema Solar ninguno es como la Luna.

 

En los primeros tiempos estaba mucho más cerca de la Tierra, los días tenían una menor duración y esa historia ha quedado registrada en las tidalitas y corales marinos. Las tidalitas son sedimentos marinos litorales, afectados por las mareas, que aportan valiosa información sobre el sistema Tierra-Luna.

 

Los corales paleozoicos Holofragma, Favosites y Caninia han registrado en su crecimiento los días y las estaciones del año. Gracias a ellos se sabe que en aquellos lejanos tiempos el día duraba 20 horas y el año tenía 423 días, contra las 24 horas actuales y 365 días del año. Aún hoy la Luna se sigue alejando de la Tierra a razón de 3,7 cm por año y se encuentra ya a 384.000 kilómetros.

 

Los sucesivos bombardeos de asteroides o cometas que sufrió la Tierra, algunos de los cuales están relacionados con extinciones masivas de vida como la que eliminó a los dinosaurios, deberían haber dejado también su marca en la Luna.

 

Hoy parece casi de sentido común asociar los cráteres lunares con impactos de meteoritos. Sin embargo, esto no fue siempre así y por largo tiempo se pensaba que todos esos cráteres eran volcánicos. Es más, la intensidad de craterización en las distintas regiones de la superficie lunar es una prueba de la antigedad relativa de los terrenos y la clave para su "estratigrafía". Sin ir más lejos, hasta mediados del siglo XX había quienes sostenían que la Luna estaba habitada por los selenitas.

 

El astrónomo argentino Martín Gil, en su libro "Milenios, planetas y petróleo" (1936), consideraba que la Luna estaba inhabitada, y que a futuro debían enviarse prospectores de petróleo y recomendaba llevar, además de agua y oxígeno, un "buen lote de mulas, dada la aspereza y lo accidentado del terreno". ­Pintoresco personaje, si los hubo, en la geografía nacional!

 

Los baquianos lunares

Uno de los científicos que más contribuyó al estudio de la Luna fue el Dr. Eugene Shoemaker (1928-1997), geólogo y astrónomo de la NASA. Él estuvo a cargo del entrenamiento geológico de los astronautas para que pudieran muestrear y traer las primeras rocas lunares. Conocí personalmente a Shoemaker en el 28 th Congreso Geológico Internacional en Washington en 1989. En ese entonces estudiábamos el hallazgo de un cráter de impacto meteorítico en Antofalla (Catamarca) que habíamos descubierto con el Dr. Eric Fielding, de Cornell University, en imágenes satelitales de la Puna argentina. Shoemaker fue muy amable en prestarnos atención y orientarnos en su estudio. En 1994 un rosario de cometas que se estrellaron en Júpiter fueron bautizados con su nombre: Cometa Shoemaker-Levy 9. En 1997 viajando por Australia para estudiar antiguos cráteres de impacto meteorítico se mató en un accidente automovilístico. Fue cremado y sus cenizas enviadas con una sonda a la Luna, donde hoy descansan.

 

Otra anécdota de contacto cercano con la Luna fue el haber conocido personalmente al geólogo y astronauta Harrison "Jack" Schmitt y asistir a una conferencia que dictó sobre la geología lunar. Schmidt fue el miembro científico de la misión Apolo XVII y quien condujo el rover lunar por casi 30 km en la superficie del satélite. Antes de él todos los demás astronautas eran miembros de las fuerzas militares de USA entrenados para las misiones. Como científico y con formación académica en geología, Schmitt pudo recolectar rocas claves para avanzar en el conocimiento del satélite natural de la Tierra. Schmitt fue elegido más tarde senador por Nuevo México y hoy está retirado.

 

 Cráteres como mares

Cuando se mira la Luna a vista desnuda se aprecian dos tipos de tonalidades grises. Las grises blanquecinas corresponden a las “tierras” (terrae) y están compuestas por rocas anortosíticas o sea formadas por feldespatos calcosódicos o plagioclasas.

 

Las grises oscuras corresponden a basaltos y son los “maria” (mares) en el sentido de que se pensaba que eran mares o cuencas oceánicas. Nombres como “Mar de la Tranquilidad” u “Océano Procellarum” representan esa vieja idea. La craterización es mayor en las “tierras” que en los “mares”. El hecho de ser la Luna un planetoide seco, muerto, sin atmósfera ni actividad dinámica permitió que los cráteres se hayan conservado en excelente estado. Al punto que se conocen un centenar de cráteres de más de 300 km de diámetro, además de la cuenca de impacto Polo Sur Aitken con 2.400 km y la no comprobada todavía de Oceanus Procellarum con 3.200 kilómetros.

 

Por contraparte en la Tierra, dada la tectónica de placas y la actividad dinámica de la atmósfera, la mayoría de los cráteres de impacto mayores y antiguos han desaparecido. Se han realizado mapas gravimétricos, de contenido de elementos químicos como el titanio (enriquecido en la Luna), de hierro, de espesor de la corteza, se han detectado sismos a 1.000 km de profundidad (entre los más profundos del sistema solar), mapas topográficos, entre otros. La idea generalizada es que la Luna es una superficie llana con bajas elevaciones y profundidades someras.

 

Sin embargo, la topografía muestra otra cosa con “cordones montañosos” (bordes de cráteres), bautizados como en la Tierra (Alpes, Apeninos, Cáucasos, etcétera), que se levantan hasta 8 km de altura y depresiones que se hunden hasta 8 km de profundidad. Esto da diferencias de cotas de hasta 16 km que están cerca de las mayores registradas en la Tierra.

 

En 2019 se cumple medio siglo de la llegada del hombre a la Luna. Aquella noche singular en que toda la humanidad fue una y cosmopolita!